Juan Tallón (Ourense, Galicia, 1975) ha pasado de manejar varios narradores en sus últimas novelas, tan reconocidas como Rewind y Obra maestra, a un libro con un gran protagonista, pero donde la extrañeza lo invade todo: El mejor del mundo (Anagrama). La historia de un hombre que un día regresa a casa y su mujer es otra, y eso es solo el comienzo de unos cambios que lo adentran en la irrealidad y el sinsentido. Un personaje que, además, es contradictorio y sin muchos límites morales para alcanzar su objetivo.
El periodista y escritor gallego fue el invitado al Club de Lectura de Ámbito Cultural, de El Corte Inglés, de Callao en Madrid. Sobre la extrañeza, la identidad, la verosimilitud y las armas para conseguir el éxito a cualquier precio, Juan Tallón habló con Rafael Caunedo, coordinador del ciclo.
El mejor del mundo
Quería romper la dinámica de mis anteriores novelas polifónicas y hacer una con un personaje que gobernara la historia. Alejarme de la primera persona y hacer algo con una tercera persona. Quería alejarme, sobre todo, de Obra maestra, porque cualquier libro que haga va a perder con ella. Quería algo que no admitiera la comparación.
Un origen de pesadilla
Esta novela tiene su origen en una pesadilla que tuve en 2005. Ese año me compré un apartamento en Santiago de Compostela, vivía solo y sin ninguna relación sentimental. Mi vida era perfecta. Un día soñé que regresaba a mi piso y, al abrir la puerta, había dos mujeres: mi mujer y mi hija. Me daba angustia, no tanto por tener mujer e hija, que en la vida real no tenía, sino porque no podía hacer nada para revelarme contra esa situación Tenía que sumarme al nuevo rol. Ellas se comportaban conmigo tan familiarmente que yo hacía de marido y padre, entonces me despertaba. Era un alivio. Eso lo soñé durante varios años. Me parecía que trabajar sobre esa extrañeza, esa experiencia a la que no puedes dar una explicación podía ser muy interesante. Una mezcla de Kafka, pero también de Borges, porque en la novela se produce una especie de salto de espacio temporal. Todo viene de ahí. En mi novela esa extrañeza se desarrolla de otra manera: aquí el protagonista llega a casa y su mujer es otra y en la vivienda hay cambios del mobiliario, y más cambios en el trabajo que era una fábrica de ataúdes. La idea era generar una nueva realidad, algo nuevo para él.
Aliado de la extrañeza
La extrañeza es el núcleo de la novela. Hay un recubrimiento de nuevas extrañezas o disparates como el nombre del personaje. Lo que para unos puede resultar un intento de una idea oportunista, el trabajo de hacer ataúdes en Ourense, no lo es porque somos una potencia y surtimos de ataúdes a media España.
Obsesión por el éxito
Hay temas serios como que la novela permite el debate de a dónde conduce la ambición desmedida. Hemos perdido la cabeza con el éxito. Estamos dispuesto a alcanzarlo sea lo que sea. No interesa la excelencia ni hacer las cosas bien, porque lo que queremos es el éxito como un fin en sí mismo.
¿Qué es la identidad?
La novela permite reflexionar sobre la identidad: qué es la identidad, cuánto puede ser uno mismo. De si se tiene una identidad de una vez y para siempre o nunca somos de la misma manera y estamos sometidos a un cambio. La novela juega con la teoría, y no significa que yo la defienda, de si la identidad no es algo esencial sino circunstancial, profundamente maleable. Lo que no cabe duda es que las personas estamos en permanente cambio. La identidad es el cambio.
¿Qué tanto actuamos?
A veces somos lo que podemos, y a veces, menos. Tenemos una vocación aspiracional de ser más, y en ese propósito, a veces, tenemos que dejar de ser nosotros mismos. Cuántas veces nos ha pasado querer dar una imagen de nosotros mismos. Hay gente que vive secuestrada por esa idea de querer ser de una manera y finge ser así, hasta que llega a un punto en que no sabe quién es.
Verosimilitud
Ya estamos adaptados a la convivencia del sinsentido. No podemos explicar de un modo indubitable de dónde venimos, el milagro constante diario de estar vivos, no hay una explicación. Tenemos una relación cordial con la falta de sentido. Y, a veces, en la literatura, lo que buscamos es sentido. En una novela, por muy ficcionada que sea, no puedes romper la cadena de la credibilidad. Puedes no creerte las cosas que vemos, pero no puedes no creerte lo que estás leyendo. Tienes que proporcionar verosimilitud, sobre todo si es una novela realista.



