El alfajor es tan argentino y a la vez tan universal como el tango. Este yoyú de chocolate relleno de dulce de leche procede de Al-andalus. La danza donde una pareja baila enlazada se hizo grande en Río de la Plata, pero bebe de muchas otras fuentes.
Si se tira del hilo que conduce al origen de las cosas, se llega a lugares insospechados. El tango porteño, por ejemplo, tiene su origen en el tango flamenco. Este, a su vez, procede de un barrio negro de La Habana. Es la teoría del flamencólogo Ortiz Nuevo. Hay otra corriente que apunta a los esclavos africanos establecidos en Río de la Plata: la palabra tango aludiría a reuniones de negros. Pero hay algo en lo que todo el mundo está de acuerdo. Uno ve esta danza en la que una pareja baila enlazada y hace una asociación inmediata con Argentina. Con el alfajor sucede lo mismo. Esa galleta doble rellena de dulce de leche y bañada en chocolate remite al país del cono sur y en cambio es un dulce árabe –la etimología de la palabra lo corrobora– que partió de Europa y llegó a América de la mano de inmigrantes andaluces.
Gonzalo Berruezo, responsable comercial de alfajores RaffOlé, lo explica: “Argentina es el resultado de olas de inmigrantes llegados de Europa. Cada uno con sus tradiciones, cocinas, ingredientes y secretos. Este país reconoció alguno de esos platos como propios”. Platos e ingredientes como el dulce de leche, una receta conocida en otros lugares pero que en Argentina adquiere tintes de devoción. Elaborado con leche, azúcar, vainilla y una pizca de bicarbonato de sodio, tal vez sea este producto tan goloso el ingrediente más identificativo del alfajor. El que llevan los RaffOlé es el único que se elabora en Europa con leche fresca, sin añadir ni aditivos ni aceites. “Tiene que ser de la mejor calidad, con el punto suave de caramelo, la untuosidad justa y la cremosidad en boca”, describe Berruezo. “El alfajor es la única manera de morder el dulce de leche”.
Los otros dos ingredientes fundamentales en la casa RaffOlé son un excelente chocolate belga, con un 50% de cacao, y la galleta, con un toque de vainilla. El dulce recuerda así a un yo-yó por el tamaño y por su forma. El dulce de leche queda en medio, donde se enrolla la cuerda, mientras que la galleta ocupa el lugar de los dos discos. El baño de chocolate sería el adorno de esta golosina. Esto, en el alfajor tradicional, pero hay variedades argentinas con relleno de fruta, hechos con galleta de arroz o bañados en chocolate blanco. Y si salta a algún otro país se elabora con maíz, como en México; en Perú lo espolvorean con azúcar, y en Chile emplean una galleta curva y delgada. Lo que no cambia es la importancia que tiene dar con la cantidad justa de cada uno de ellos. Berruezo lo explica: “Solo si se mantienen las proporciones correctas, el conjunto adquiere en boca todo su esplendor”. Un dulce redondo.
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