Quizá la principal joya de nuestra gastronomía sea el cerdo ibérico. Único en el el mundo, su crianza y consumo se enraízan en nuestras antiguas tradiciones. Vamos a profundizar en una pieza menos conocida que el jamón, pero increíblemente sabrosa: el secreto del cerdo ibérico.
El secreto del cerdo ibérico es una pieza situada debajo de las costillas y del cabecero, junto a la paletilla. Su delicioso sabor se debe a que es una carne muy veteada y jugosa. Esas vetas blancas, que también se encuentran en el jamón ibérico, son infiltraciones de grasa, muy rica en ácido oleico. Y es que la clave del éxito del cerdo ibérico se encuentra en que puede pasar toda su vida en un entorno natural -la dehesa- alimentándose únicamente de bellotas y hierbas naturales, y realizando mucho ejercicio. Esos factores hacen que el animal se "mantenga en forma" y goce de una vida apacible, sana y natural. La carne de cerdo ibérico, ya sea el secreto, la presa, la pluma, el solomillo o el versátil y gustoso lomo, es una fuente de proteínas que, a diferencia de las carnes rojas, tiene un menor contenido de grasas saturadas. Es muy rica en aminoácidos esenciales para el organismo y en dos minerales difíciles de cubrir para el ser humano: el cinc y el hierro.
Sabías que... La dehesa es un ecosistema de bosque mediterráneo formado fundamentalmente por arboledas de encinas, alcornoques, robles y algunos fresnos. La carne de cerdo ibérico, al contar con un nivel de ácido oleico de hasta el 55%, se ha demostrado como un factor eficaz para reducir el colesterol. Tanto es así, que se ha acuñado la expresión "el cerdo ibérico es como un olivo con patas".
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