Rubias o negras, las cervezas de trigo alemanas y belgas, con su característico sabor afrutado, con toques ácidos y burbujeantes, se han convertido en las preferidas para calmar la sed en esta época del año.
Si todavía no las conoces, una vez que las pruebes no podrás resistirte a sus múltiples encantos.
Existen un gran número de tipos de cerveza a lo largo y ancho de nuestro planeta. Y es que, además de la cebada, en la producción de esta bebida también se utilizan otros cereales como el trigo que ha dado lugar a tres variedades:
Las del sur de Alemania, Weissbier o Weizenbier, las alemanas del norte, Berliner Weisse y las belgas, biêres planches. A excepción de las cristal weizen, que se filtran antes de embotellarse, todas estas cervezas presentan fermentación secundaria en la botella, de modo que siempre hay levadura en ellas.
El rango de color de este tipo de cervezas es muy amplio y abarca desde las tonalidades muy claras hasta las oscuras y fuertes. En ellas se debe apreciar una acidez agradable, con notas de especias, como el clavo, y un amargor acusado. Forman una abundante espuma que tiene buena permanencia en el cristal, por lo que es preciso servirlas en vasos altos, de gran capacidad y con un ligero abombamiento en la cabeza para recoger la copiosa espuma.
Cuanto mayor sea la proporción de trigo empleada en la elaboración, la cerveza resultará más fresca y afrutada, con toques balsámicos. A veces se degustan con algunos aditivos como limón, naranja, licor de comino o siropes de aspérula o grosella.
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