El envase

El vino es “un ser vivo” que seguirá evolucionando en el interior de la botella hasta su momento óptimo de consumo. Dependiendo del tipo de vino y de la forma que tengamos de almacenarlo, el punto óptimo de consumo variará pero generalmente, una vez sobrepasado ese punto, el vino empezará a perder cualidades. Por eso, un buen envase es fundamental.

Actualmente el vino se envasa mayoritariamente en botellas de vidrio.

El vidrio no transmite sabores ni aromas al vino, no permite que el oxígeno entre en contacto con él y además, si el vidrio es oscuro, también lo protege de la acción solar.
Dependiendo de la forma de la botella y de su capacidad, reciben distintos nombres. Por ejemplo: Borgoña, Bordelesa, De Cava, Jerezana o Rhin.
En cuanto al tamaño es importante saber que influye de manera considerable en el envejecimiento y conservación del vino, ya que su evolución es más lenta a medida que aumenta el tamaño de la botella.
Hoy en día encontramos mayoritariamente botellas de 75cl pero no está claro por qué, hay quien asegura que viene de la época en que los romanos guardaban el vino en vasijas de un tamaño similar, otras fuentes señalan que responde a una estandarización internacional sugerida en 1970 e incluso, hay quien argumenta que los 75cl son el equivalente a la capacidad pulmonar habitual entre los sopladores de vidrio que fabricaban artesanalmente las botellas siglos atrás.

En otro post hablaremos del corcho y su importancia, pero para finalizar éste, haremos referencia a otro factor que en ocasiones pasa inadvertido: El color de la botella.
El color del vidrio protege el vino de la acción solar, por eso los colores más empleados son el verde, azul o negro.
Generalmente, los vidrios más oscuros se utilizan para envasar vinos que necesitan envejecer, mientras que los más claros se usan para vinos jóvenes.