Editoriales

Flandes es uno de los tesoros mejor escondidos de Europa por el retablo de posibilidades que brinda durante todo el año al visitante: arte, cultura, gastronomía, canales, paisajes, música... evidencias todas ellas de por qué los flamencos son auténticos apasionados del arte del buen vivir. Si a este atractivo atemporal se suma que en los días previos a la Navidad, cuando la oscuridad invernal se cierne sobre Flandes, el encanto de sus pueblos y ciudades parece redoblarse no es extraño que cada vez más visitantes decidan vivir las fiestas invernales en sus calles.

"Razones no les faltan. Sólo hay que recalar en ciudades como Brujas, Gante y la gran capital, Bruselas, para comprobarlo"

CON SABOR NAVIDEÑO.

FLANDES.

CON LA PROXIMIDAD EN EL CALENDARIO DE LA NAVIDAD, CIUDADES COMO BRUSELAS, GENTE Y BRUJAS SE VISTEN CON SUS MEJORES GALAS PARA CELEBRAR ESTAS FIESTAS.
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CON LA PROXIMIDAD EN EL CALENDARIO DE LA NAVIDAD, CIUDADES COMO BRUSELAS, GENTE Y BRUJAS SE VISTEN CON SUS MEJORES GALAS PARA CELEBRAR ESTAS FIESTAS.

GANTE, ORGULLO FLAMENCO.

Durante el siglo XVI, sólo París le disputó a Gante el honor de ser la urbe más grande de Europa al norte de los Alpes. Hoy, situada como está entre Brujas y Bruselas, a sólo 50 Km de cada una de ellas, Gante es el destino perfecto para engarzar la belleza de la Venecia del Norte con la gran capital europea. ¿Razones? Una intensa vida cultural, el carácter jovial de las ciudades universitarias y una fisonomía arquitectónica medieval fascinante.

 

Por si fuera poco, a su pasión por su legado histórico Gante no ha renunciado a su proyección en el futuro, lo que se ha traducido en un gusto por la cultura y las tendencias. Prueba de ello son sus 18 museos, algunos tan sugerentes como el Museo de Arte Contemporáneo y el Museo del Diseño. El visitante que se adentre por primera vez en Gante tendrá claro desde el principio dos de sus señas de identidad. La primera, la verticalidad de tres de los iconos de la ciudad, una estampa mayestática de edifi cios arañando el cielo que tiene en el puente de San Miguel su mejor balcón. No hay duda: el campanario de la Catedral de San Bavón, el Belfort (la vista de águila que ofrece la cima del campanario es sublime) y la torre de la iglesia de San Nicolás justifi can que Gante se conozca como la Ciudad de las Tres Torres. Precisamente, en el interior de la catedral espera una de las joyas de Gante que no hay que dejar de contemplar durante una escapada navideña a la ciudad: la Adoración del Cordero Místico, obra genial del pintor Jan van Eyck. Si hay un símbolo ineludible de Gante ése es el Castillo de los Condes (Gravensteen), el lugar donde nació el Emperador Carlos V en 1500.

 

Las calles de piedra, anchas y de aceras angostas, siempre acaban por dirigir los pasos hasta esta fortaleza construida en 1180 y engarzada en el corazón de la ciudad regala unas vistas magnífi cas desde lo alto de sus torres. Otro de los atractivos de visitar Gante en Navidad que no hay que olvidar es la posibilidad de realizar las compras de rigor con sus delicatesen como protagonistas o, directamente, de cubrir algunas de las materias primas que son el fundamento de la cocina gantesa en la Vrijdagmarkt, la plaza del mercado. Situada junto al Ayuntamiento, cada viernes y sábado es un sabroso muestrario de productos.

BRUJAS: ENCANTO MÁGICO.

Con el calendario en la mano, no importa cuándo se visite la ciudad de Brujas, siempre es una decisión acertada. No obstante, si se hace durante el Adviento, las últimas semanas previas a la Navidad, supone sumergirse en una atmósfera difícil de igualar. Y es que durante el reinado del invierno, el magnetismo de las calles y canales de la capital occidental de Flandes aumenta a niveles infinitos.

El inicio de esta época fastuosa para Brujas lo marca la multicolor presencia de sus mercadillos navideños, como el que se emplaza en el Markt, la plaza central del entramado medieval de la ciudad, y el que se encuentra cerca de la catedral, en la plaza Simon Stevinplein. Sea cual sea el mercadillo elegido, lo que no hay que dejar de hacer es saborear el mazapán de sus tenderetes, las típicas galletas de jengibre y especias (speculaas) y desterrar el frío con vino caliente.

A su impresionante patrimonio artístico, arquitectónico y su oferta cultural, Brujas suma su magnífica herencia gastronómica, lo que convierte cualquier escapada en un placer para los sentidos. Porque, ¿cómo no va a estar presente el arte culinario en Brujas si, entre sus joyas, destaca una rareza única en el mundo como es el Museo de la Patata Frita? Es, sin duda, una de las curiosidades que no hay que perderse en la ciudad en Navidad, entre otras cosas porque muestra por qué las patatas fritas (frites) son uno de los iconos gastronómicos de Flandes.

 Para hacerse con una visión panorámica de la ciudad lo mejor es subir los 366 escalones del Belfort, el campanario construido entre los siglos XIII y XVI. Los 88 metros de altura de esta formidable atalaya ofrecen una visión panorámica sorprendente, un anillo de tejados bermejos y canales tranquilos, con las torres de la Catedral de San Salvador y de la Iglesia de Nuestra Señora a un palmo de la mano. Con esta perspectiva, todos los tesoros de la conocida como Venecia del Norte, enmarcados por sus murallas, torres y puertas medievales, ofrecen una proximidad vertiginosa.

Los amantes de las cervezas con carácter no deben dejar de saborear las típicas de Brujas, que no son otras que la Brugse Zot y Blanche de Bruges. Para degustarla pero también para contemplar la producción casi artesanal de la primera, lo mejor es recalar en la mítica cervecería De HalveMaan (Walplein, 26).

BRUSELAS NAVIDEÑA.

Para la mayoría de los europeos, Bruselas, capital de Europa y sede del Parlamento Europeo, no es más que una entelequia, una ciudad que ha perdido los contornos de una urbe real para convertirse en una abstracción. Nada más alejado de la realidad. La capital, sobre todo en Navidad, vibra con su inagotable oferta cultural, siendo un excelente colofón a una ruta por el acervo gastronómico belga.

Adentrarse en la personalidad de Bruselas pasa inevitablemente por adoptar como punto de partida sancta sanctorum: la Grand- Place, una abigarrada retahíla de casas gremiales que susurran el pasado glorioso de la ciudad. Definida por Jean Cocteau como "el teatro más bello del mundo", la Grand-Place adquiere en Navidad renovadas formas gracias a las conocidas como Noches Electrabel, un espectáculo de luces y color que redecora la piel de ladrillo y filigranas con toda la magia navideña.

No es, ni mucho menos, el único enclave de la ciudad conquistado por el espíritu de las fiestas. Cualquier visita a la capital quedará incompleta en estas fechas sin una visita al mercado navideño. Las 240 casetas de madera de este curioso y singular mercado navideño permiten saborear delicias gastronómicas locales como los gofres, una de las grandes tradiciones belgas, servidos recién hechos, con azúcar glas, contemplar actuaciones callejras y, sobre todo, disfrutar del ambiente festivo que reina en él.

Tampoco hay que olvidarse de uno de los atractivos en esta época del año en el Vismarkt, como es la espectacular pista de patinaje de 60 metros de largo donde grandes y pequeños se lo pasan en grande y su ya clásica noria iluminada. Bruselas puede defi nirse como el epicentro más cosmopolita del país, donde pueden degustarse las 450 variedades de cerveza belgas, desde las clásicas pils hasta las especiales trapistas, Gueuze, Kriek, las cervezas blancas... y los populares mejillones hervidos al vino blanco (moules-marinière) aderezados con apio, cebolla y perejil. Para llevarse de vuelta a casa un dulce recuerdo de Bruselas no hay duda, el chocolate, embajador por antonomasia de la gastronomía belga, es la mejor opción. A estas delicias con las que Bruselas agasaja el gusto del visitante, la capital regala otras para la vista como son sus fachadas convertidas en viñetas de comic.

Y como broche de oro ideal a un recorrido por la Bruselas navideña, nada como acercarse al Atomium, que desde hace décadas es una de las estampas ilustres de la capital. Sus alturas regalan al visitante la posibilidad de congelar en su memoria las impresionantes vistas de una ciudad cuyo encanto conquista sin remedio.

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