EL EMPRESARIO MANUEL JOVÉ SIENTE GRAN PASIÓN POR EL VINO, Y FRUTO DE ELLA ES NORA DA NEVE, UN ALBARIÑO MODELO DE ELEGANCIA Y FINURA, PERFECTO PARA DISFRUTAR CON LOS AMIGOS.
En septiembre de 2006, el empresario gallego Manuel Jové vendió su inmobiliaria Fadesa a Fernando Martín (Martinsa) y, en lugar de retirarse y disfrutar de las rentas, este emprendedor nato creó, en 2007, la corporación Interavante. Dentro de sus diferentes áreas de actividad –inversión financiera, energía, etcétera–, destaca Avante Selecta, que, en su mayoría, aglutina inversiones del sector agroalimentario. Nuestro gallego, gran aficionado al arte y al vino, cumple el sueño de cualquier aficionado y se lanza de lleno al mundo del vino. De la misma manera que triunfó en el sector del ladrillo, lo está haciendo con el vino. De hecho, sus vinos están muy bien valorados por la crítica española e internacional. Para alguien que apenas lleva cinco años en el sector, el éxito es indiscutible. Los envidiosos dirán que es fácil triunfar con la cartera de Jové –no en vano es el primer accionista de BBVA y ocupa el puesto 376 de las personas más ricas del mundo según la revista Forbes–. Sin embargo, soy de los que piensan que hay que ser un chiflado del vino para hacer lo que ha hecho él: adquirir bodegas de excelente calidad, vinos que, probablemente, tomaba habitualmente.
Avante posee nueve bodegas en diferentes denominaciones de origen de nuestro país. De las dos bodegas gallegas del grupo, siento predilección por Viña Nora. Situada en As Neves (Ponferrada), a orillas del Miño, sus 14 hectaréas de albariño son una maravilla. Dirigida por Sergio Alén, hijo del fundador de la bodega, y teniendo como enóloga a la joven australiana Josephine Perry, Viña Nora se ha convertido en una de las bodegas más interesantes de nuestro país. Han demostrado que España, país de vinos tintos extraordinarios, es capaz de producir grandes vinos blancos, como su vino Nora da Neve.
Nora da Neve 2007 es la marca de prestigio de Viña Nora, nacido de una exclusiva selección de racimos provenientes de cepas viejas de la finca Monte do Ceo. A orillas del Miño, cerca del Atlántico, este gran vino nos envuelve por su grandeza. Su crianza en las mejores barricas francesas aporta una complejidad sorprendente. La madera engrandece al albariño para convertirlo en un modelo de elegancia y finura. Para degustarlo, prefiero una copa amplia de tinto a una de blanco. Acompaña a la perfección pescados o aves en general. A mí me encanta con rodaballo salvaje, y es ideal para disfrutar con amigos escuchando Like a Rolling Stone, de Dylan. En definitiva, un vino con carácter (simbiosis de terruño, clase propia y única) que les invito a disfrutar.
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