Uno de los vinos españoles con más prestigio, Pingus, arrancó cuando el danés Peter Sisseck se topó en Burgos con un viñedo de 1929.
Peter Pingus. Y Pingus es Peter Sisseck. Literalmente. “Ese era mi apodo de joven. Mi tío también se llamaba Peter y mi tía me empezó a llamar así para distinguirnos”, explica este danés nacido en Copenhague en 1962. Un vikingo hecho a la Ribera del Duero, donde desde elabora el que quizá sea el vino más mítico de España. Precios de cuatro cifras, 100 puntos Parker. ¿Qué tiene Pingus para ser tan especial? “La clave es el viñedo, que data de 1929. Nos encontramos en la zona de La Horra en Burgos. Tuve muchísima suerte de toparme con él hace más de 20 años”. Aquella primigenia añada 95 vivió, además, otro de esos episodios que añaden épica a la historia de esta bodega: casi la totalidad se perdió al naufragar el barco que transportaba la producción cerca de las Azores. Ese desastre lo convirtió en eterna. Actualmente, Sisseck elabora Pingus, pero también Flor de Pingus, con mayor producción y el mismo prestigio, y PSI, un vino de precio más asequible, que es al mismo tiempo un proyecto pensado para dinamizar la economía de la zona y preservar los viñedos viejos. “Pagamos un precio digno por la uva y así contribuimos a que esas viñas no se pierdan”, explica. Para Sisseck casi todo está en la uva, pero reconoce que el trabajo que realizan sobre la viña, biodinámico, también influye en que el resultado sea espléndido. “La viticultura biodinámica debe hacerse con muchísimo rigor. Para nosotros es muy válida, porque ayuda a estimular la vida del suelo, lo que es esencial en el caso de un viñedo viejo como el nuestro”, cuenta. La historia de Pingus también ha ido creciendo en paralelo a la de Ribera del Duero, una Denominación de Origen que se parece bien poco a la que conoció Peter Sisseck en 1991, cuando llegó para trabajar en Hacienda Monasterio. “En estos casi 30 años se ha duplicado el número de hectáreas, pero la cantidad de viñedo viejo se ha reducido de un 70% del total a solo un 10%. No obstante, al mismo tiempo, las viñas que yo planté en aquel momento ¡ya casi tienen 30 años!”, reflexiona. ¿Podría repetirse la historia y que surgiera un nuevo Pingus? “Me da la impresión de que quizá en Ribera del Duero pueda quedar alguna parcela con viñas similares a las que yo encontré en aquel momento…”, sentencia, a medio camino entre el misterio y la esperanza.
“La campaña de 2018 me hace creer que este puede ser un grandísimo año, tanto en cantidad como en calidad, algo que es muy difícil que coincida. Creo que la clave han sido una primavera muy lluviosa y un verano resultó bastante templado”. Sin entrar en comparaciones, ¿tiene Peter Sisseck alguna añada favorita? El danés ríe con ganas. “¡Es una pregunta a la que un enólogo siempre debe responder que la última! En Ribera del Duero las añadas con una cierta falta de agua, como las de 1995 o 2004, son muy apreciadas, porque se plasman en vinos con muchas posibilidades de envejecimiento. Son más masculinos, en mi opinión, con unos taninos más fuertes. Sin embargo, hay otras añadas con taninos más suaves, como las de 1996, 2000, 2016 o como podría ser la de este 2018. A mí me gustan porque resultan en vinos más femeninos y elegantes. Pero es difícil elegir”.
Tras haber tocado el cielo con los tintos, este danés de pasaporte español quiere ahora repetir la magia con los blancos, pero mudándose a Jerez. “Para mí es un vino muy singular y especial. Tenemos el reto de hablar de la importancia del origen, porque en el caso de Jerez siempre se suele poner el énfasis en el proceso. Se habla poco del origen, y yo vengo de la escuela francesa. Vamos a elaborar finos de pago”. Mientras sus jereces se preparan para salir al mercado, Sisseck sigue centrado en asegurar el legado de Pingus, una historia que quizá no podría haberse escrito en ninguna otra parte. “En Francia habría sido muy difícil encontrar un viñedo como este: Pingus era un diamante en bruto esperando a que alguien quisiera darle cariño”. La pregunta del millón es: ¿pagaría Sisseck lo que piden por alguna de sus creaciones? La respuesta es una estruendosa carcajada. “Sí, alguna vez lo he hecho y siendo un vino que tú mismo has hecho, resulta un poco raro”.
Habla ahora…