Hacienda Monasterio Reserva 2009. Un Ribera del Duero memorable dibujado por una estructura larga y persistente donde predomina la finura y la potencia. El perfecto ensamblaje entre tinto fino y cabernet sauvignon.
Estamos ante un grande de la Ribera del Duero. Lo es sobre 160 hectáreas, de las que 98 están plantadas de viñas. Situada la bodega a medio camino entre las localidades de Pesquera y Valbuena de Duero, ambas en Valladolid, Hacienda Monasterio es uno de los nombres de referencia del vino en España. En este reconocimiento, mucho tiene que ver la localización de las cepas y la clase de terreno sobre el que arraigan. Es un suelo calizo, lo que aporta fi nura y elegancia a los vinos. El espacio perfecto para la uva tinto fino (tempranillo). Para quien no la conozca es un clon (caracterizado por unos racimos grandes y de alto rendimiento) de la variedad tempranillo que se da en la zona. La bodega —construida entre 1991 y 1992— fue diseñada por el arquitecto francés Philippe Maziéres, que antes había proyectado para marcas míticas como Château Magaux o Château d’Yquem.
Pero entremos en las viñas, despacio, con cuidado, fi jándonos en la orografía y en el clima. Detengámonos en la privilegiada situación del terruño. Las vides caen sobre la falda de una ladera con orientación nortesur. Con la brújula como aliado, la uva gana un crecimiento y una maduración perfecta (aprovechando al máximo los calores de agosto y septiembre, y protegiéndose de las lluvias excesivas del otoño). El fruto crece fuerte sobre unos terrenos calizos. La mineralidad de este tipo de terreno regala al vino finura y elegancia. Pero la tinto fi no no está sola. Hacienda Monasterio también trabaja con cabernet-sauvignon, merlot y malbec.
En la casa leen las viñas con la sabiduría que acuna el tiempo. Al fi n y al cabo, esta fi nca se remite al siglo XIX, cuando formaba parte de la familia Lecanda, revolucionarios de la enología en la zona y en su época. Pues bien, para asegurar la cosecha, la bodega planta unas 4.000 cepas por hectárea (un número elevado). Por dar un ejemplo, la media en la zona es de 2.200. Con esto se consigue reducir la producción (3.500 kilos/hectárea), de tal forma que se logra extraer la esencia máxima de cada planta, ya que no se la fuerza a producir grandes cantidades de uva. Recordemos una regla del vino: una viña que da pocas uvas y tiene hollejo (piel) grueso produce un mejor caldo.
Desde esta máxima, el enólogo danés Peter Sisseck dirige la bodega desde 1990. Sisseck es un mito del vino. Uno de los grandes de su tiempo. No solo en España sino también fuera. En su currículo profesional destaca su trabajo en bodegas de primera fi la de Burdeos. Además, entre 1983 y 1985, junto a su tío Peter Vinding-Diers, inició lo que se ha venido en llamar “La nueva ola” de los vinos blancos de Burdeos
Sisseck toma las decisiones en la fi nca. Ha decidido, por ejemplo, que en Hacienda Monasterio el tipo de poda sea la guyot doble, porque permite una regeneración constante de la planta, evitando que envejezca de forma prematura. Esta clase de corte es responsable, a su vez, de que la viña tenga esa baja producción que permite a la uva madurar antes. Algo trascendente, porque la segunda quincena de octubre es época de lluvias en esa zona de Valladolid. Así se cosecha antes de que descargue el cielo
Ahora bien, esa agua cae sobre una viña ecológica. Esta es la fi losofía que se extiende como un bálsamo por todas las cepas de la finca. Una manera de entender la viticultura que tiene como centro el respeto de las leyes dictadas por la naturaleza. Es una vendimia “de resta”. Nada de herbicidas, ni pesticidas ni fertilizantes químicos. Es el camino para conseguir mantener la actividad biológica de los suelos y dejar espacio para que la planta se exprese con todo su potencial e identidad. Antes de llegar al producto fi nal, la uva y el vino —de la mano de Sisseck y del también enólogo Carlos de la Fuente— tienen que recorrer su propio sendero. Porque mucho de lo que estos caldos serán empieza en la vendimia, que se hace a mano. En cajas de plástico para proteger a la uva de roturas. Después llega a la bodega. Allí, antes del despalillado (desprender la uva), en las mesas de selección, se escogen los mejores racimos. Se descartan los que no cumplan con los requisitos de calidad. Más tarde hay que dejar sitio a la fermentación. Para este proceso solo se utilizan levaduras naturales. Más tarde el mosto del vino se mantiene en contacto con la parte sólida de dos a tres semanas. Gracias a este proceso se consigue una extracción perfecta de los taninos (son los que aportan complejidad al vino).
Ahora es tiempo de toneles y madera. La fermentación maloláctica (ayuda a reducir la acidez del caldo) se efectúa en barricas de roble francés y con trasiegos de tres meses. Buscando siempre el ensamblaje más preciso. Tras 12 meses de crianza, el vino se clarifi ca con clara de huevos frescos para estabilizar la materia colorante. Y después de 18 meses de barrica se embotella. Aunque este periodo varía en función de la calidad de la cosecha. Sin embargo, por regla general, todos los vinos de Hacienda Monasterio cuentan con un mínimo de 12 meses de crianza en botella antes de presentarse en el mercado. Esta es la carpintería de los vinos, es decir, cómo se elaboran; pero ¿cuál es el resultado f nal? En El Club Gourmet en el Corte Inglés se puede encontrar uno de los grandes caldos de la bodega. En la nariz es mineral con notas de fruta fresca, menta y eucalipto al tiempo que alberga toques de torrefacción. Mientras, su paso por la boca deja sensaciones suaves demostrando que es un vino que tiene gran volumen, mineralidad y una armonía perfecta entre la fruta y la madera.
El 2009 de Hacienda Monasterio es un vino con gran potencial de envejecimiento en botella. Y ya se sabe que el tiempo siempre ha estado del lado de los grandes vinos.
SE EMBOTELLA DESPUÉS DE 18 MESES EN BARRICA. TODOS LOS VINOS DE LA CASA TIENEN AL MENOS 12 MESES DE CRIANZA EN BOTELLA
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