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Cuidar tus plantas para que estén sanas y bonitas no es complicado. Saber qué necesita cada especie, cuidar su riego y proporcionarles la luz, la tierra y las atenciones básicas es solo cuestión de rutina según la temporada y un poquito de previsión.
1. Busca información y sigue las recomendaciones
Cuando compramos una planta o nos la regalan, suele incluir una pequeña tarjeta de indicaciones y recomendaciones sobre su cuidado. Si no es así, es imprescindible dedicar unos minutos a buscar información sobre sus características. Saber cuáles son las condiciones de luz, las necesidades de riego, de abono y el mínimo mantenimiento que requieren sus hojas y flores, nos asegura el éxito de su desarrollo y el disfrute de toda su belleza. Saber dónde y cómo debe instalarse es el primer paso. Internet, los libros especializados y los profesionales de viveros y tiendas nos ayudarán a cuidar nuestras plantas desde su primer día con nosotros.
Todas las plantas necesitan la luz para fabricar su alimento, es decir, almidones y azúcares, a través de la fotosíntesis que realizan con sus partes aéreas, los tallos y las hojas. Dependiendo de la especie, puede necesitar luz directa del sol, vivir más cómodas en semisombra, o necesitar luz pero no el sol directo. En general, las grandes o arbóreas, y las florales, soportan el sol directo, y las más verdes y de hojas grandes prefieren la sombra. Hay excepciones como, por ejemplo, las Hortensias, cuya flores son grandes y no les convine el sol directo y excesivo. Las recomendaciones en este sentido son esenciales a la hora de decidir dónde se colocan, con qué orientación, para que reciban la intensidad de luz que necesitan para no morir ni por exceso ni por defecto.
3. El agua; la intensidad y la frecuencia de riego
Las plantas necesitan el agua para poder hacer acopio de nutrientes a través de las raíces. Lo ideal es mantener una humedad uniforme, no encharcar la planta para que no se pudra, y regar antes de que hojas y flores empiecen a decaer por falta de agua. Siempre es recomendable regar con menos frecuencia pero a fondo, que el agua caiga sobre la tierra y no sobre la planta, en especial sobre las flores, y hacerlo al atardecer o a primera hora de la mañana. Así, el sol no evaporará el agua y las plantas aprovecharán toda la humedad. Cuando no vamos a poder atenderlas personalmente debemos asegurar el riego que necesitan con la ayuda de sistemas de riego adecuados. Es el caso del riego por goteo mediante temporizador, de instrumentos de retención de agua individuales o geles que mantendrán la humedad adecuada durante nuestra ausencia.
La tierra es la ”casa” de las plantas, que las sujeta, las nutre con la materia orgánica que alberga y les proporciona energía. La de mayor calidad cuenta con un equilibrio perfecto de componentes; limo, arcilla y arena. En el mercado encontramos la tierra más adecuada para nuestras plantas ya preparada para macetas y jardín. Si la planta crece en maceta, es conveniente transplantarla cada temporada a una de mayor tamaño para que se pueda expandir, y airear la tierra para que no se apelmace.
También debemos revisar que las macetas tengan agujeros por donde se drene el agua, para que la planta esté oxigenada y no se pudran las raíces.
Si la tierra no cuenta con suficientes nutrientes, y lo notamos porque falta verdor en las hojas, o la floración es débil o inexistente, podemos utilizar abono químico o fertilizante para conseguir que no le falte hierro, potasio, magnesio o el hidrógeno que necesitan.
5. Las plagas y enfermedades; observar y erradicar
Cuidar nuestras plantas es también vigilar que no padezcan plagas y enfermedades que las deslucen y pueden llegar a acabar con ellas. Sólo requieren un poco de observación para descubrir si tienen pulgón, mosca blanca, cochinilla, araña roja o blanca. Estos pequeños insectos suelen aparecer en el torso de las hojas y en los brotes más jóvenes. La utilización de insecticida adecuado para cada uno, en horas en las que no les dé el sol directo y siguiendo sus recomendaciones de uso es esencial para acabar con la plaga y devolver a la planta toda su salud.
La mayor parte de los insecticidas son universales y acaban con la mayoría de los insectos que afectan a las plantas. Actúan por contacto o por ingestión y suelen ser muy eficaces desde la primera aplicación. Suelen acabar con las plagas con dos o tres aplicaciones. Se diluye en agua y se aplica mediante un difusor con facilidad.
Conviene eliminar las zonas afectadas mediante una ligera poda, si es finalmente necesario. Las plantas tmbién pueden sufrir la aparición de hongos, como la Roya, la Brotritis o el Mildiu, que se combaten con fungicidas específicos en función de la enfermedad concreta. Los más comunes se aplican mediante un difusoro rociando la planta, o bien enterrado en forma sólida en la tierra para que se diluya con el riego.
6. La poda y la guía; enseñar a crecer a las plantas
Podar es necesario para eliminar las ramas, hojas dañadas y las flores marchitas. Con ella se facilita el crecimiento de la planta y se erradican enfermedades. También es necesaria para controlar la forma o el tamaño y así regular y mejorar su floración o sus frutos. La poda se realiza con herramientas específicas, muy bien afiladas y limpias (por ejemplo, con alcohol) para que permitan hacer cortes también limpios.
Según el tipo de planta se debe podar al final del invierno, cuando las temperaturas no son demasiado bajas. Este es el caso de los frutales, los rosales y la mayor parte de árboles y arbustos. Las plantas de maceta permiten la poda en verano para regular tamaño, floración y enfermedades. De nuevo, conocer las necesidades de poda de cada especie nos permitirá realizar los cortes correctos.
Tanto árboles como arbustos o plantas trepadoras precisan de tutores o guías desde sus primeros brotes. Así se mantienen erguidas durante su desarrollo y podrán crecer con nuestra ayuda justo en la dirección que nos conviene.