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De todos los componentes del ordenador, uno de los que, por lo general, menos atención recibe es el disco duro. Ya sea porque no lo vemos o porque ni nos damos cuenta de su presencia, sólo reparamos en él si se estropea o se acaba el espacio.
Pero en la práctica un disco duro es capaz de hacer que nuestro equipo responda con agilidad o que vaya "a pedales" dependiendo de su tecnología o su estado de salud.
Aunque sea un componente un tanto invisible, el hecho es que el rendimiento de un equipo depende en gran medida de él. El tiempo que tarda en arrancar, o en apagarse, o en iniciarse una aplicación, o en transferir un archivo, son parámetros que pueden pasar de medirse en segundos a muchos segundos o incluso minutos si el disco no es el óptimo.
Por un lado, un disco tiene como tarea inmediata almacenar archivos. Sean aplicaciones, películas, música o fotos, el disco duro del ordenador es el lugar preferido para guardarlos.
Además, el disco duro hace las veces de almacenamiento intermedio para la memoria RAM, que es donde el procesador va a "buscar" los programas cuando los está ejecutando, o los datos cuando tiene que procesarlos.
Si un dato o un programa no están en la memoria RAM, el procesador tiene que ir a buscarlos al disco duro. Así que imagínate cuán importante es que sea rápido.
Los discos duros externos son más familiares para la mayoría de los usuarios, pero su misión es diferente. Sólo tienen por lo general) que almacenar archivos y se conectan a través de USB principalmente. Además, en un disco externo no estamos viendo el disco duro como tal, sino la caja donde están metidos.
En la actualidad hay dos tecnologías predominantes diferentes para los discos duros. Por un lado, están los basados en tecnología de almacenamiento magnético. La tradicional que lleva vigente desde hace décadas.
Por otro están los basados en tecnologías de almacenamiento flash similar a la que usan las llaves USB, pero mucho más robusta y rápida. Estos discos se han dado en llamar SSD (Solid State Disks).
Los magnéticos pueden fabricarse con capacidades muy elevadas a precios muy competitivos, hasta el punto de tener modelos de 3 TB de capacidad por 150€, mientras que un disco SSD de 150€ tiene una capacidad 12 veces menor (250 GB).
Sin embargo, las ventajas tecnológicas de los discos SSD suelen ser razones más que suficientes para asumir esa merma en capacidad en favor de su rapidez, su robustez o su funcionamiento silencioso.
Al no tener partes móviles, resisten vibraciones y golpes mucho mejor que los magnéticos, al tiempo que no originan ruido alguno. Un disco duro tradicional suele girar en torno a las 4.000 – 7.000 rpm. No son cifras desdeñables desde un punto de vista mecánico.
En los ordenadores de sobremesa, el disco duro es uno de los componentes que más fácilmente podemos atrevernos a cambiar. O bien nosotros, o bien algún colega manitas, o bien un servicio técnico pueden cambiar o añadir un disco a nuestro equipo para ampliar su capacidad o mejorar el rendimiento.
Como decíamos antes, un disco SSD puede suponer la diferencia entre arrancar el equipo en un par de minutos o en menos de medio minuto. Y otro tanto de lo mismo para otras tareas cotidianas como el apagado o la suspensión. Por no hablar de la aceleración en otras tareas cotidianas relacionadas con el sistema de archivos.
En la práctica, la opción más recomendable a la hora de comprar un disco duro interno es un modelo SSD de al menos 240 GB para usar como disco del sistema. Si hay bahías de expansión suficientes, se puede dejar el disco anterior como ubicación para almacenamiento, sin olvidarnos de localizar los archivos importantes que tuviéramos en él cuando lo usábamos como unidad de arranque.
Los discos magnéticos, de comprarlos, es casi mejor hacerlo en forma de disco duro externo para almacenamiento masivo de nuestras colecciones de películas, música, fotos y documentos.
De comprar un disco duro para almacenamiento, las posibilidades están bastante polarizadas hacia los discos magnéticos clásicos donde podemos tener varios terabytes por precios entre 100€ y 200€.
Como disco del sistema, la opción sensata es la de los discos SSD. Con 120 GB podremos instalar el sistema operativo Windows y las aplicaciones de uso habitual, pero no pienses en instalar juegos o usar la unidad como sistema de almacenamiento para fotos o vídeos.
Con un SSD de 250 GB (hay modelos de 240 GB, 256 GB o en ese entorno), tendremos más espacio para un uso menos constreñido, pero sin alegrías. Un modelo de 512 GB es óptimo para la práctica totalidad de usos.
Los discos magnéticos tradicionales suelen tener un formato "grande" de 3,5''. También hay modelos de menores dimensiones para portátiles, los de 2,5''. Pero a día de hoy no son interesantes y para un laptop, de cambiar el disco, lo suyo es hacerlo por un modelo SSD.
Los 2 en 1 y Ultrabooks suelen venir equipados de fábrica con discos SSD, de hecho. Pero los de mayor tamaño aún usan discos tradicionales. A medida que los precios de los SSD bajan, es más interesante pensar en sustituirlos por estos modelos con tecnología de estado sólido.
La tecnología de almacenamiento de estado sólido es robusta y fiable, pero hay que tener en cuenta que también tiene sus puntos débiles. Así, si llenamos un disco SSD hasta el límite de su capacidad, el rendimiento también se verá degradado de un modo notable. Es conveniente dejar un mínimo de un diez por ciento de capacidad sin usar.
Por otro lado, la vida de un disco SSD se mide en cientos de miles de horas. Será suficiente para que un disco pueda funcionar sin problemas durante años con un uso normal, pero para entornos donde vaya a funcionar de un modo intensivo y continuado será conveniente elegir discos SSD profesionales (y más caros).
Una propuesta con buena tecnología en su memoria de estado sólido, con una capacidad perfecta para ordenadores que se vayan a usar de un modo “normal” sin abusar de la capacidad disponible para almacenamiento.
La relación calidad / precio de este disco SSD es excepcional. Con una capacidad apta para usos que no precisen de un espacio de almacenamiento elevado, es una solución idónea como unidad de arranque en un equipo.
Este disco tiene nada menos que 512 GB de capacidad, que para un disco SSD no está nada mal. El precio es más elevado, pero proporcionalmente tiene un precio por GB interesante de cara a usos que precisen de un extra de capacidad de almacenamiento en la unidad de arranque.
Un disco duro tradicional con tecnología magnética que ofrece una capacidad de nada menos que 3TB. Es perfecto como unidad adicional en un PC para guardar los archivos que no queramos guardar en el disco SSD.
Este disco duro externo combina tecnología SSD con la portabilidad de un disco USB, con un peso muy reducido, buena capacidad y robustez gracias a no tener partes móviles. Además, cuenta con un diseño sumamente elegante.