
Hace 55 años que Jaime Siles (Valencia, 1951) publicó su primer poemario, Génesis de la luz. A ese poeta que lo escribió le diría que sea siempre fiel a sí mismo, pero Siles, en cambio, no sabe qué le diría al poeta que escribirá su siguiente poemario al no saber si entrará en silencio. Él ya lo estuvo entre 1988 tras publicar Semáforos y 1999 cuando reapareció con Himnos tardíos. Este filólogo, traductor, catedrático y del prestigioso grupo de los Nueve novísimos de 1970, con solo 19 años, fue el invitado a nuestro ciclo #LdeLírica, en la sala de Ámbito Cultural de Callao de El Corte Inglés, de Madrid, donde conversó con Gonzalo Escarpa, coordinador del ciclo y de la Piscifactoría.
El ganador de premios como el de la Crítica Nacional por Música de agua (1983) y del Loewe de Poesía por el citado Semáforos repasó parte de su trayectoria de la que surge el siguiente Diccionario Jaime Siles:
La Eneida y la venganza
Ahora soy catedrático emérito de la Universidad de Valencia y los eméritos damos treinta horas anuales. Y yo las doy de Horacio. Horacio es un poeta republicano que pierde la guerra civil, pero, sin embargo, es incorporado al sistema gracias a Virgilio y queda protegido por el sistema. Como Virgilio no está del todo convencido con Augusto, y aunque escribe la Eneida para enaltecer los orígenes troyanos de la casa Julia, se venga allí de dos maneras: la última palabra de la Eneida es sombras, o sea que no ve claro el futuro; y la otra venganza es que da la vuelta a la Ilíada y la Odisea al empezar por la Odisea y terminar con la Ilíada donde mancha las manos de sangre de Eneas, que es Augusto, cuando mata a Turno.
Horacio
Horacio no es tan lírico como Virgilio, pero tiene un sentido muy claro de la literatura. No tiene un conocimiento tan amplio y profundo como Virgilio, ni le preocupa lo mismo, pero se da cuenta de que si Augusto quiere refundar Roma él lo que tiene que hacer es fundar la poesía latina. Horacio cree que lo que no hay es lírica, aunque está uno que no le gusta, que es Catulo quien como representante de los neotéricos es poeta de la República; justo lo que no quiere augusto al ser una poesía alejandrina, y eso está mal visto.
Dos grandes temas
Mis dos grandes temas en la poesía son el lenguaje como realidad y la identidad como problema. En la lírica que yo hago las disfunciones de mi sistema son el lenguaje y la identidad.
Novísimo
Fue un momento interesante porque eran los últimos años del franquismo. Por lo tanto, teníamos el horizonte por delante y podíamos hacer todo. Por otro lado, es triste, no me tomen por pedante, pero sabíamos más que las generaciones anteriores, estábamos más formados en lenguas extranjeras, por ejemplo. Salvo de los anteriores Valente, Claudio Rodríguez, Jaime Gil de Biedma y Juan Benet en novela, lo demás era pedestre. Eso nos hizo exhibir una musculatura intelectual que los otros no tenían y se presentó como una polémica, pero no hubo tal polémica.
El lector
El gran protagonista de la literatura, desde lo románticos, se ha pensado que es el autor, pero el autor no importa nada. El gran personaje de la literatura es el lector. Como en una piscina, el personaje no es al agua sino el nadador. El lector es el que realiza la literatura.
Relectura
Soy muy de releer. Del mundo clásico lo hago con la Ilíada, la Odisea, el Banquete de Platón, Filoctetes, de Sófocles. De españoles prosistas suelo releer a Gabriel Miró, Azorín y Baroja que me parece un prosista maravilloso del que no me cansaría nunca, me encanta su mundo y la manera de construirlo. A Ortega como ensayista lo releo porque el estilo es brillante; a veces, no estoy de acuerdo con ideas, pero la manera de exponerlas es muy buena. Y Paz, que es el Ortega de hoy.
El libro
El libro podría inyectarse como la droga. Un amigo me dijo un día que aconsejara a un hijo suyo que era drogadicto porque el muchacho me respetaba. Cuando fui donde el chico me dijo: “Usted me dice que no me inyecte, pero usted está todo el día volado”. Yo no me inyecto, pero ante él estoy volado.
Error
En la vida el error es un elemento importante de la existencia y hay que aceptarlo. Incluso, a veces, las equivocaciones son mejores que los aciertos. Porque nos hace encontrar nuestro camino, nos hace encontrar quién somos.


