Hay algo mágico en las horas previas a la boda. El bullicio se detiene, la casa se llena de risas nerviosas, maquillaje sobre el tocador, ramos en agua y una música de fondo que marca el ritmo de los preparativos. Entre peines, perfumes y flores, hay una prenda que lo envuelve todo con delicadeza: la bata o el camisón de novia.
Cada vez más mujeres cuidan ese momento previo al “sí, quiero” como un pequeño ritual de calma antes de un día lleno de emociones. La elección de la bata y el camisón deja de ser un detalle secundario para convertirse en una parte esencial del conjunto nupcial. Es la primera prenda que llevará la novia el gran día, y la última antes de vestirse de blanco.
Lejos de ser algo nuevo, las batas y camisones de novia tienen una larga historia. En muchas familias era una costumbre elegir una pieza especial para la noche anterior a la boda: una prenda blanca, de tejidos nobles, con encajes o bordados finos, que simbolizaba pureza, descanso y preparación.
Hoy esa tradición renace con un aire renovado. Las novias actuales, incluso las más modernas, reivindican ese instante de intimidad antes del gran momento. No se trata solo de descansar o arreglarse con comodidad, sino de detener el tiempo un segundo. Encender una vela, escribir unas palabras, tomarse una infusión y respirar hondo. Y, por supuesto, hacerlo envuelta en una bata suave y un camisón que te hagan sentir cuidada y especial.
Con la llegada del invierno, la bata se convierte en la gran aliada de las novias. Es práctica, cálida y, bien elegida, tremendamente elegante. Existen infinidad de estilos: desde las más ligeras de satén o crepé, perfectas para llevar encima del camisón mientras te maquillan, hasta las de terciopelo o lana fina, ideales para ceremonias de invierno o casas antiguas donde la temperatura acompaña poco.
Las batas tipo kimono, con mangas amplias y cinturón, son una opción muy favorecedora para todo tipo de cuerpos y aportan un aire sofisticado a las fotos de "los preparativos”. Las de encaje o con ribetes de puntilla, en cambio, tienen ese toque clásico que nunca pasa de moda.
También hay quienes prefieren las batas largas, de caída fluida, para un efecto más teatral y romántico. Y no hay que olvidar los pequeños detalles: las iniciales bordadas, los cinturones de raso o los puños decorados pueden convertir una prenda sencilla en una pieza digna de recuerdo.
También merece protagonismo, no solo por la estética, sino por la emoción que guarda ya que es la prenda con la que muchas novias duermen por última vez antes de comenzar una nueva etapa.
Los hay de muchos estilos, pero los más buscados siguen siendo los que combinan comodidad y delicadeza. El clásico camisón blanco o marfil, con tirantes finos, encaje en el escote y tejido fluido, sigue siendo un icono. En invierno, las versiones de manga larga en algodón suave o viscosa aportan abrigo sin perder feminidad.
Las novias más románticas apuestan por tejidos como la seda natural o el satén, que además de resultar cómodos al tacto, aportan un brillo suave a las fotos de los preparativos. Mientras que quienes buscan un aire más moderno pueden elegir opciones con transparencias sutiles, detalles de tul o cortes más actuales.
Una tendencia cada vez más común es coordinar camisón y bata del mismo tejido o con detalles a juego. Además de ser un acierto estético, crea una armonía visual preciosa en las fotos de la mañana.
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Elegir una bata o un camisón bonito es una forma de honrar el momento, de darle valor a ese tiempo previo que suele pasar entre prisas. Vestirte con una prenda que te haga sentir bien es, en el fondo, una manera de decirte a ti misma: “ya está, ha llegado el día”.
Además, muchas novias guardan su bata o camisón como recuerdo, igual que el velo o los zapatos. Algunas incluso los personalizan con sus iniciales o con la fecha de la boda, para conservar esa energía especial de las horas previas.
Y después del gran día, estas piezas pueden seguir teniendo vida. La bata puede convertirse en tu compañera de mañanas tranquilas en casa, y un camisón de seda, en una prenda atemporal que conserve la memoria de un día que quedará para el recuerdo.
Porque más allá del vestido, el maquillaje o las flores, hay una belleza serena en ese momento íntimo antes de salir hacia el altar. Y esa belleza también se viste.
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