Cómo hacer que el disco duro de tu ordenador sea más rápido

Estamos acostumbrados, aunque no sea lo ideal, a que el ordenador se ralentice a medida que pasa el tiempo desde que lo estrenamos. Después de un tiempo, no es raro comentar: “El ordenador me va más lento”, incluso “El ordenador me va a pedales”.
Parece claro que todos apreciamos una ralentización del ordenador y, aunque a veces sea una impresión fruto de la urgencia del momento, la mayor parte de las ocasiones sucede de verdad. Y se puede mejorar. A continuación damos pautas sobre cómo hacer que el disco duro de tu ordenador sea más rápido.
Cuando la ralentización del disco duro es real
La lentitud se manifiesta de muchas maneras y una de las más evidentes es la eternización del arranque y apagado del equipo. También podemos notar que el inicio de aplicaciones consume más tiempo. O ver el típico reloj de arena (u otros símbolos de espera) girando constantemente mientras esperamos a que el sistema “haga algo”.
Esa falta de agilidad de proceso en el PC puede deberse a múltiples causas. Veamos las más comunes:
- Instalación de alguna aplicación exigente que implique un cambio radical de comportamiento del ordenador, como un antivirus. En contraposición, también es posible que sea una infección por malware.
- Proceso gradual de degradación del sistema debido a servicios que se ejecutan en segundo plano en el momento de arrancar el sistema.
- Degradación del disco duro, ya sea por pérdida de espacio libre, fragmentación e incluso por un daño físico.
- Actualización de aplicaciones. Las nuevas versiones de las aplicaciones suelen ir optimizándose para tecnologías más modernas y funcionarán peor en un hardware “veterano”. Por ejemplo, los programas para PC o Mac empiezan a estar pensados para sistemas con unidades de almacenamiento SSD. Es el caso de sistemas operativos como Mac OS X o Windows 10, pueden funcionar con discos magnéticos, pero tareas como el arranque o el apagado se van a ver ralentizadas.

Al grano: cómo acelerar el inicio del ordenador
Para hallar el origen de un funcionamiento lento del equipo, podemos empezar por ver qué se ejecuta al principio, cuando arrancamos el sistema. Es una tarea útil tanto si tenemos un disco SSD como uno magnético y, de paso, permite identificar programas que ya no usamos, pero siguen siendo un lastre para el procesador o la memoria.
Aunque en Apple hay herramientas que realizan auditorías similares, nos ceñiremos en esta ocasión a equipos Windows.
MSConfig: Configuración del sistema
Esta herramienta lleva años formando parte del toolkit de Windows. No es muy conocida, pero sí sumamente útil. Para ejecutarla, lo más fácil es invocarla desde el menú de búsqueda de Windows, al que accedemos desde la lupa al lado del icono de Windows. Escribimos msconfig para que aparezca la opción Configuración del sistema.

Nos dirigiremos a la pestaña Servicios para ver todos los que se están ejecutando en el sistema. Si activamos la casilla para ocultar los servicios de Microsoft, nos quedamos con los que dependen de las aplicaciones instaladas.
Podemos ver si están en activo o detenidos, así como detectar servicios que no identifiquemos a primera vista. Si los “googleamos”, incluso tenemos la posibilidad de identificar posibles fuentes de malware.
La siguiente pestaña es la Inicio de Windows, que en la última versión del sistema nos lleva al Administrador de tareas. Abriéndolo, encontramos los programas que se lanzan al inicio. Si la lista es muy larga, tenemos un potencial problema de ralentización.

Bootracer, para medir el tiempo de arranque del equipo
Esta aplicación cuenta con versión gratuita de prueba. Está en inglés, pero es fácil hacerse con las opciones básicas para medir el tiempo de inicio. Usando un equipo Windows 10 (con disco SSD de arranque tipo SATA y procesador AMD de tipo APU de 2015) sin optimizar, obtenemos un tiempo de arranque de 65,6 segundos.

Desde el Administrador de Tareas, en la pestaña Inicio, vamos a ir limpiando. Hacemos clic con el botón derecho sobre las aplicaciones que queremos deshabilitar y activamos la opción correspondiente. Luego, medimos el tiempo de nuevo. Cuidado con desactivar aplicaciones que sí son necesarias, como las de los controladores o dispositivos de red o sonido. En caso de duda, hay que desactivar de una en una y comprobar que no se pierden funcionalidades.

Como puedes ver, hemos ahorrado unos 16 segundos de tiempo de arranque sin más que desactivar aplicaciones que se inician automáticamente. Si las necesitamos posteriormente, podremos ejecutarlas manualmente, claro está. No las estamos desinstalando.
Desinstala aplicaciones
Otra práctica interesante para mantener el equipo en forma es desinstalar aplicaciones que no usemos. Además de ser potencial fuente de servicios que se ejecutan en segundo plano, ocupan espacio. En el menú de Configuración de Windows, en el apartado Aplicaciones, podremos gestionar la desinstalación.
Cuando es el disco duro el que necesita mantenimiento
Como hemos visto, simplemente haciendo un repaso por los servicios y aplicaciones que se ejecutan al inicio, conseguimos ahorrar tiempo en procesos como el arranque. El apagado también se beneficia de esta limpieza, al no tener que “apagar” tantos procesos, que a su vez requieren de la limpieza de memorias caché o datos temporales. De todos modos, la lentitud no solo es cuestión del arranque o el apagado del equipo.
Cuando decimos “disco duro” nos referimos tanto a los magnéticos como a los SSD. Los SSD son más veloces que los magnéticos, pero también requieren atención.
CrystalDiskMark , cómo medir la velocidad de un disco
Para medir la velocidad de nuestro(s) disco(s), podemos usar la herramienta CrystalDiskMark 7.0. Permite evaluar la velocidad de transferencia de nuestra unidad de almacenamiento.
Como referencia, compartimos tres medidas diferentes con tres tipos de unidades: magnética SATA, SSD SATA y SSD NVMe. Las unidades magnéticas son más lentas, sobre todo en las operaciones de lectura y escritura aleatoria. Las unidades SSD SATA mejoran, aunque son las NVMe las que ofrecen el mejor resultado para el almacenamiento, con velocidades entre 5 y 10 veces mayores que las de un SATA. En lectura y escritura aleatorias, las unidades NVMe son hasta 1.600 veces más rápidas que las unidades magnéticas.



Si las cifras que midamos están por debajo, podemos estar ante algún problema con las unidades. Eso sí, las NVMe dependen mucho de la generación tecnológica. En este caso, hemos usado un portátil de última generación.
Optimizar parámetros de un disco SSD
Realmente, en una unidad SSD poco podemos hacer para optimizar su rendimiento. Tanto Windows 10 como Mac OS X ajustan los parámetros automáticamente para que la unidad SSD se aproveche. Si tienes Windows 8 o Windows 7, sin embargo, es útil modificar algunos ajustes. Por ejemplo, activar TRIM desde la consola.
Ejecutamos cmd para abrir la consola y escribimos fsutil behavior query disabledeletenotify. Si el resultado es 0 no tendremos que hacer nada. En caso contrario escribimos fsutil behavior set disabledeletenotify 0.
Podemos desactivar algunos servicios como SuperFetch o la indización de Windows. Para ello, ejecutamos Servicios y buscamos Defragmentación de disco y SuperFetch y los deshabilitamos en el caso de que estén activos. También podemos desactivar Prefetch. Abrimos el Editor del Registro y vamos a HKEY_LOCAL_MACHINESYSTEMCurrentControlSetControlSession ManagerMemory ManagementPrefetchParameters

Si EnablePrefetcher no está a cero, lo modificamos para que tenga ese valor.
Otra recomendación para las unidades SSD es la de no llenarlas demasiado y dejar libre al menos un 20% del espacio total.
También es conveniente saber si el fabricante de la unidad cuenta con herramientas de diagnóstico que permitan, por ejemplo, actualizar el firmware de la unidad.
Sea Intel, Samsung, Kingston, SanDisk o de cualquier otro fabricante, si tenemos una herramienta disponible, será útil instalarla. Para saber qué modelo de disco tenemos, podemos usar la aplicación CrystalDiskInfo 8.

La famosa desfragmentación: solo para discos magnéticos
Si aún tenemos discos magnéticos en el equipo, la desfragmentación es una técnica que tarde o temprano será útil poner en práctica. Especialmente si llenamos mucho la unidad, los discos magnéticos sufren mucho el efecto de la fragmentación.
Es decir, los archivos grandes se “trocean” y se reparten en zonas no contiguas de la unidad, por lo que la lectura no es secuencial, sino “a saltos” o aleatoria.
Aplicaciones muy grandes, como Photoshop, por ejemplo, así como el arranque de Windows pueden ralentizar su inicio enormemente debido a la fragmentación.
Para acceder a la herramienta de desfragmentación, tan solo tenemos que hacer clic con el botón derecho del ratón sobre la unidad que queramos verificar. En la pestaña Herramientas encontraremos las opciones Optimizar y desfragmentar la unidad y Comprobación de errores.

No sobrará nada si antes de desfragmentar hacemos una comprobación de errores. De este modo, aseguramos que la unidad está en orden antes de empezar a mover fragmentos de archivos de un lado a otro.
En nuestro caso, la unidad está poco ocupada y poco fragmentada. La opción Análisis permite evaluar la conveniencia de proceder con la desfragmentación. Es un proceso que puede ocupar mucho tiempo, por lo que conviene usar la opción de programación para que se ejecute cuando no estemos delante del equipo.
Por defecto la frecuencia es semanal, pero podemos cambiarla. Eso sí, que la alimentación no se interrumpa en medio del proceso o es posible que tengamos problemas al reiniciar el equipo.
SSD, la solución a casi todos los problemas
En la práctica, el uso de un SSD simplifica la optimización y mantenimiento de las unidades de almacenamiento. Y consigue que los tiempos de arranque o carga de aplicaciones se minimicen. Al menos en el disco de arranque, tener una unidad SSD es recomendable; con 256 GB será suficiente para la mayoría de los usos habituales, aunque 512 GB es mejor a poco que trabajemos con programas de edición o autoría.
Si la unidad SSD es NVMe, mejor que SATA. En pruebas de arranque con una unidad NVMe con Windows 10, obtuvimos tiempos totales de arranque por debajo de 30 segundos frente a los 50 de la unidad SATA, por ejemplo.

En el caso de que seamos jugones, algunos juegos ocupan incluso cientos de gigas, llenando el espacio disponible con rapidez. Eso sí, podemos tener una segunda unidad HDD donde instalemos los títulos.
La segunda unidad, con más capacidad de almacenamiento, puede ser HDD. Los precios por gigabyte son más reducidos con esta tecnología. Tanto en las unidades HDD como las SSD, es conveniente dejar espacio libre (un 20%) para que puedan realizarse correctamente las operaciones de lectura, escritura y borrado.

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