Las frutas de hueso son propias de las estaciones más calurosas e incluyen a todas aquellas frutas cuya semilla está cubierta por un endocarpio duro. La primera fruta de hueso en aparecer cada año es el níspero que llega a las fruterías en torno al mes de abril, pudiendo alargarse la temporada hasta junio.
También en primavera, aunque ya avanzado mayo, comienza el brote de toda las demás: albaricoque, ciruela, melocotón, nectarina y paraguaya.
En líneas generales, las frutas de hueso son ricas en fibra, en vitaminas A y C y en minerales como el potasio. Por tanto, son beneficiosas para la salud ya que la fibra y el potasio son dos nutrientes necesarios para conservar en buen estado la tensión arterial y mantener a raya el colesterol. Por otro lado, su contenido en vitamina A ayuda a prevenir enfermedades de la vista, y la vitamina C es un poderoso antioxidante que protege a la piel del sol.
El origen de la ciruela lo encontramos en el Cáucaso, concretamente en Turquía e Irán. Si bien en la Antigua Grecia ya era un fruto conocido, en Europa no se popularizó su consumo hasta la Edad Media.
Los árabes fueron, sin duda, los que más contribuyeron al cultivo de esta fruta en Europa. Hoy día hay más de dos mil variedades de ciruelas en el mundo, aunque, grosso modo, las podemos calificar por colores: negras, amarillas, rojas y verdes. La palabra ciruela procede del latín, aunque en otros idiomas latinos la fruta lleva un nombre derivado de otra palabra latina: prünus.
Además de las propiedades nutricionales que comparte con las demás frutas de hueso, la ciruela es rica en vitaminas del grupo B y en vitamina E. Las ciruelas negras también tienen antocianinas, unos pigmentos que le aportan el color y que contribuyen al control de la diabetes y la obesidad.
El albaricoque procede de zonas cálidas de China, y en Europa lo introdujeron los romanos a través de Armenia. Es una fruta de tamaño pequeño, con una pulpa muy jugosa y dulce. Rica en vitamina A como el resto de compañeras de hueso, el albaricoque tiene también vitamina B3, calcio, magnesio y hierro.
Es muy importante recolectarlo en su punto justo de madurez ya que el albaricoque, una vez arrancado del árbol, corta su maduración. Consumido verde es totalmente indigesto.
Al igual que el albaricoque, el melocotón también procede de China. En Europa lo introdujo Alejandro Magno que lo llevó a Grecia en el siglo IV antes de Cristo. Es un fruto de piel aterciopelada, de tamaño mediano y lo encontramos de color amarillo o rojo. Comparte los valores nutricionales del albaricoque y también contiene fósforo y yodo.
También en China hallamos el origen de la nectarina, una fruta producto de una mutación genética del melocotón. Es una fruta jugosa y tierna, su sabor es dulce con notas ácidas, tiene muy pocas calorías, y una composición nutricional muy interesante: vitaminas C, B6, B3, B2 Y B1 y minerales como fósforo, hierro, magnesio, potasio, selenio, sodio, yodo y zinc.
Muy popular en el sudeste asiático, aunque su cuna se halla en China, el níspero es una deliciosa fruta dulce con notas ácidas. A Europa llegó en el siglo XVIII como planta ornamental y se adaptó con suma facilidad a la cuenca mediterránea. Lo más destacado de su composición nutricional es la cantidad de vitamina A.
La paraguaya es otra mutación del melocotón, al igual que la nectarina. También procede de China, y su aspecto recuerda a un melocotón aplastado. Su pulpa es carnosa, de sabor muy dulce y de color amarillo claro. La paraguaya se puede recolectar verde. Es una fruta climatérica, es decir, que continúa madurando fuera del árbol. Si se compra verde, hay que dejarla a temperatura ambiente. Por el contrario, si se adquiere en su justo punto de maduración, mejor conservarla en el frigorífico.
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