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‘Mindfulness’ en la ducha o cómo hacer de un hábito un momento de bienestar y relajación

Ya seas de ducharte a primera hora de la mañana o al terminar el día, esta práctica puede convertirse en un tiempo para desconectar... para volver a conectar.
Imagen de un plato de ducha abierto

Con un poco de suerte, el momento de aseo personal dura más de cinco minutos. Con otro poco, ya en la ducha, logras pensar en algo que no sea la ‘to-do list’ de la jornada o del día siguiente. Y con bastante más, consigues que nadie te interrumpa en ese intento de abstracción. Te duches por la mañana o por la noche, hay algo que, posiblemente, podrías hacer mejor: aprovechar este momento para relajarte

 

De ‘mindfulness’ se ha dicho mucho, ya se sabe, implica hacer uso de la atención para alcanzar la sensación de plenitud; es el aquí y ahora, en nuestro cuerpo, en nuestra mente. Esta práctica cuenta en la actualidad con nuevas declinaciones que no hacen sino extender y ampliar sus posibilidades. Una de ellas es la llamada ducha consciente

 

Pero ¿por dónde empezar? Cada persona tiene sus propios métodos y técnicas de relajación –poner música, encender una vela, dejar solo una pequeña luz, hacer unas respiraciones, repetir un mantra...–, pero existe un paso a paso común a seguir. Por supuesto, afectan factores como el tiempo del que dispongas y la soledad que se te permita en tu día a día. Pero, al menos, inténtalo. 

 

Antes de pasar a la guía útil para practicar el ‘mindfulness’ en la ducha, recordemos los ‘dont's’. Es decir, aquello que no tiene espacio en esta ecuación. Las prisas, los pensamientos negativos, el escepticismo, las alarmas. Que te reclamen al otro lado de la puerta. Por ello, es importante convencerte y convencer a quien sea necesario que este es tu momento. De principio a fin.

 

PASO A PASO DE LA DUCHA CONSCIENTE

Antes de empezar, cabe recalcar que no es una cuestión de tiempo: se debe tener presente el consumo responsable de agua. La ducha consciente tiene más que ver con una cuestión de aprovechar mejor el momento de aseo personal y, por supuesto, de aprender a concentrarse y conectar con uno mismo.

 

Es tu momento. Es fundamental aislarse físicamente para poder hacerlo psíquicamente. Por eso, te animamos a cerrar la puerta, dejando fuera el móvil y avisando a tus convivientes, en caso de tenerlos, de que estarás desconectada durante quince minutos. Intenta expulsar los pensamientos que tengan que ver con responsabilidades sociales y laborales. Adiós, ruido mental.

1. DESCONECTA

Si te resulta difícil, intenta hacer alguna acción que requiera concentración, como observar de cerca tu rostro, preparar los productos que vas a utilizar…

2. ACÉPTATE

Una vez sientas que ya existe una separación entre el exterior y tú, es el momento de reconocerse, de aceptarse. Frente al espejo, quítate la ropa, coge una buena postura y realiza unos pequeños estiramientos –date un pequeño masaje en las cervicales o algún punto de dolor si fuera necesario–.  

 

Mirándote en el espejo, respira profundamente entre cinco y diez veces, y trata de sentir tus músculos, tus articulaciones. Es momento de tomar conciencia de cada parte de tu cuerpo e intentar trabajar la aceptación, la autocompasión. No te hables mal. No busques defectos.

3. CONCÉNTRATE

Una vez dentro de la ducha, llega el turno de despejar la mente y concentrarte en las sensaciones físicas que te produce el agua: el efecto de la temperatura, el impacto de las gotas en la cabeza y la cara, cómo recorren la espalda, el aroma de los productos, el vaho que se va creando… 

 

Si te distraes o te asalta un pensamiento inesperado, trata de volver a focalizarte en estas sensaciones o en un aspecto concreto, como es el vapor. También puedes recurrir a un mantra que te hayas propuesto con anterioridad. 

 

Escoge productos (geles, champús...) cuyo aroma te ayude a relajarte. Recuerda dedicar tiempo a cuidar tu cuerpo: aprovecha para realizar una exfoliación con un producto especial para ducha o con un guante específico. Termina siempre hidratando la piel con un aceite que le devuelva el equilibrio después de la exfoliación. 

4. MÍMATE

Este pequeño ‘spa’ casero no concluye en la ducha. Con cuidado y sin perder la concentración, toca salir de la ducha, envolverse en la toalla o albornoz siendo, de nuevo, consciente de las texturas, del cambio de temperatura, de cómo, poco a poco, la piel va secándose. 

 

Sobre un taburete o en una postura relajada, aplícate una crema hidratante en el cuerpo con la misma conciencia. Sin prisa. También puedes incluir un aceite corporal y productos de cuidado facial. Tómate tu tiempo y aprovecha para realizar suaves masajes drenantes que favorezcan la circulación.

5. Y FUERA DEL BAÑO...

La vuelta al ‘mundo real’ debe ser lo más progresiva posible. Empieza apagando las velas si las había, abriendo la puerta o ventana para que entre luz en lugar de encender la lámpara principal del cuarto de baño; apagando la música si la tenías, pero intenta que, al menos, termine la canción que estaba sonando. La idea es que el cambio sea lo menos brusco posible. 

 

Puedes comprobar la hora para calcular tiempos y siempre que sea imprescindible, pero intenta dejar la lectura de notificaciones y la revisión de redes sociales hasta, por lo menos, después de vestirte. Ya verás cómo funciona.

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