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Películas de pandillas: el subgénero en el que nos quedamos anclados los nuevos padres

Repasamos el Top 3 de películas de este género que han quedado grabadas para siempre en la memoria de toda una generación. ¿Cuál es tu favorita? ¿Qué otra película de pandillas nos recomiendas?
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Existe algo magnético en las películas de pandillas (al igual que ocurre con las pelis de Halloween), auténticos clásicos de las últimas décadas. La amistad incondicional, el descubrimiento del mundo, el primer mariposeo estomacal por la persona que te gusta o por la posibilidad de encontrar el tesoro de un pirata. Experiencias compartidas en las que todos nos hemos visto reflejados alguna vez.

A pesar de que este tipo de películas son un subgénero del cine, cada una de ellas tiene peculiaridades que han hecho que permanezcan siempre en nuestra memoria.

En algunas, el grupo es la esencia de la historia en sí y en otras una mera herramienta para contar una gran aventura. En todas, es un icono narrativo con entidad propia. 

Repasamos las tres que, probablemente, sean los ejemplos más paradigmáticos de este género. 

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El alfa y el omega de las pelis de amigos que se meten en líos. La historia salió de la cabeza de Steven Spielberg, la escribió Chris Columbus y la dirigió Richard Donner. En definitiva, los ‘amos’ del cine comercial de los años 80.

Los Goonies es el paradigma de la pandilla tipo. Un carismático chico asmático; el nerd capaz de sacarte de cualquier situación con un millón de artilugios; el gracioso, torpe y amante de los pasteles y los hermanos mayores, divididos en hermanas responsables y brutos macarras que se hartan de aprender lecciones durante todo el metraje. Se encuentran pasando una tarde en casa, cuándo al ver una noticia en la tele, el protagonista recuerda que su padre guardaba algunas reliquias sobre una leyenda de un barco pirata oculto en algún lugar cercano a su pueblo, y ahí comienza una avnetura digna de los clásicos juegos de mesa de isla prohibida, en los que se embarcan en la búsqueda del tesoro.

 
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Un drama social como es un desahucio es el punto de partida a la búsqueda de un tesoro pirata. Como es natural, el tesoro es también el objetivo de una panda de peligrosos delincuentes. 

Todo ello sumado a una fotografía maravillosa de un pueblo de Oregón, una banda sonora para escuchar en bucle, un reparto que se convirtió en icónico y la capacidad de la cinta de transportar a la aventura y el peligro. Aunque, por suerte, solo a nuestra imaginación.

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Todo lo que pasaba en El club de los cinco  ocurría dentro de una biblioteca y en ese microcosmos se desarrollaba una completo catálogo de juveniles aconteceres. Todo. La vida.

Un grupo de 5 jóvenes se quedan castigados en el instituto un sábado por la mañana. Como suele ocurrir, cada uno de ellos representa un prototipo adolescente: el rebelde, la pija, el deportista, el empollón y la manipuladora.

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El castigo es, a la vez, el mejor premio de sus vidas: un ensayo encargado por su profesor en el que explicar quiénes son cada uno, una exploración íntima que será el desencadenante de una radiografía personal de todo lo que les rodea.

El buen número de registros de la película y la evolución narrativa de los personajes es mérito de John Hughes, especialista en historias adolescentes y que obtuvo su mayor taquillazo con Solo en Casa.

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Como los tiempos cambian, también los formatos evolucionan. Las películas de pandillas se han convertido en series de pandillas. En ese territorio, la quinta esencia es Stranger Things, un título que es un homenaje descaradamente directo a las películas de pandillas antes mencionadas.

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Stranger Things explota la nostalgia ochentera ejecutando decenas de referencias a la iconografía de la década: sonidos de sintetizadores, ciencia ficción, carreras en bici y, una vez más, una natural asociación de la infancia con el peligro más absoluto que solo nos tragaríamos en una propuesta como esta.

La morfología del grupo es algo diferente a las demás. Nos hallamos ante un grupo completo de amantes de los juegos de rol, las psicofonías, la computación y otras ensaladas del friki canónico. Y una chica víctima de un experimento genético del gobierno. 

A partir de ahí se desencadena un apocalipsis que implica a varios planos de la realidad y en el que además de la pandilla, tienen un papel determinante una madre representada por Wynona Ryder, un sheriff alcohólico y el habitual desfile de uniformes gubernamentales cuya razón de ser no es otra que complicar la trama. 

La serie ha convertido a sus autores, los hermanos Duffer, en la gran esperanza para los que aún tenemos un pie en la adolescencia narrativa. El tributo perfecto a las películas de pandillas.