Semana 40 de embarazo

En los últimos días hasta el nacimiento el bebé apenas gana peso. La placenta va envejeciendo y se va calcificando y ya no cumple su función de nutrición y aporte de oxígeno de forma eficiente, por lo que el  crecimiento del feto se estanca.

Su peso suele estar entre los 3 y los 3,6 kilos, aunque dependiendo de la genética y del sexo puede llegar hasta los 4 kilos. Su longitud o altura puede oscilar entre los 43 y los 54 cm. Los niños, generalmente, son más grandes que las niñas.  

El bebé está completamente formado y la vérmix (la capa blanquecina que lo recubre y protege en el interior del útero) comienza a reabsorberse, aunque conservará parte para ayudarle a nacer y mantener su temperatura en las primeras horas de vida fuera del vientre materno.  

Las contracciones cada vez serán más intensas y dolorosas, y lo normal es que el cuello del útero haya empezado a borrarse y dilatarse. No obstante, hasta que no comiencen las contracciones de parto o se rompa la bolsa de líquido amniótico no hay que ir al hospital. 

Si todavía no se había expulsado el tapón mucoso es probable que ocurra esta semana. Otro indicio claro de que falta menos para el parto. 

Otros síntomas que pueden aparecer son diarreas, estrés, problemas para conciliar el sueño, molestias en la vejiga, dolor al andar en las caderas y los riñones, calambres en el vientre, incontinencia y una pérdida repentina de peso que puede oscilar entre 0,5 y 1 kilo. 

Lo más importante en estos últimos días es permanecer lo más tranquila posible. Conviene evitar aquellas actividades o situaciones que puedan resultar estresantes y hacer ejercicios de relajación, respiración y meditación para despejar la mente. 

Desde el momento en que se expulsa el tapón mucoso se recomienda no bañarse en la piscina e interrumpir los masajes perineales. 

Es el momento de tener a mano todo lo que necesita para el hospital, llevar una dieta sana y ligera y beber mucha agua para mantenerse bien hidratada.  

A partir de la semana 40 se monitoriza al bebé cada semana, tanto en la sanidad pública como en la privada. Los monitores permiten comprobar el bienestar fetal para detectar cualquier situación que aconseje inducir el parto o para optar por esperar hasta que este se inicie solo. También permite valorar la actividad uterina. 

Además, es posible que se hagan ecografías de control, así como un tacto vaginal para saber si el cuello uterino ha empezado a borrarse y dilatarse. Mediante este tacto, que puede resultar algo molesto, el médico puede saber exactamente la dilatación y el tamaño y posición del cérvix y estimar así cuánto queda para el parto.