El hueco más deseado del postre
La campiña de Jaén se extiende, infinita, salpicada de verde en el mar de olivos que convierten a la provincia en la primera potencia oleícola mundial. Con ese mimbre, los Campos llevan tres generaciones haciendo bandera con el aceite de oliva virgen extra, santo y seña de sus dulces. Por aquí no se conoce la prisa.
Tampoco los atajos. Sólo el tiempo, la dedicación y las recetas, casi guardadas bajo llave, son los misterios que reconoce Charo Campos, gerente de la marca y miembro de esta tercera generación de reposteros y confiteros que exportan el nombre de Jaén más allá de los límites de Arjona, el pueblo que los vio nacer en el año 1940

Profetas en su tierra
Cinco son los ingredientes para dotar de alma propia a los roscos de vino. Todos, naturales: en esta casa no entran aditivos, conservantes ni colorantes. La lista de la compra de Charo Campos es corta, razón por la que la calidad importa. Harina de trigo, aceite de oliva virgen extra, vino, azúcar y sal. A partir de ahí, empieza la magia en un obrador que irradia tradición y buenas costumbres. No obstante, los roscos presumen de una sabrosa irregularidad, pues se hacen a mano. Uno por uno, tras amasar todos los ingredientes a conciencia.
Galardonados con varios premios alimentarios en Jaén, el último reconocimiento en las vitrinas de Productos Campos es el que Expoliva (la Feria Internacional del Aceite de oliva) les ha otorgado este 2023 en la categoría de Mejor alimento elaborado con aceite de oliva virgen extra. Palabras mayores. Y más en un país como España, donde el oro líquido empapa y embebe pastelerías de todo cuño. Pero ninguna como el obrador de los Campos, que rozan el cielo con estos roscos de vino de AOVE que no entienden de temporada.
Más allá del misterio, trabajo, para lograr unos roscos crujientes en boca, pero tiernos y de una evocadora fragancia que traslada al mordisco a ese ambiente de panadería y bollería recién horneada.
Una delicatessen que hace de lo natural su principal virtud, pues sirven para decir adiós a los dulces cargados de azúcar. En la búsqueda de ese equilibrio, los roscos de Campos persiguen una repostería consciente, en la que el dulzor no es exagerado.
Una pizca en su masa y un remate en su cobertura, donde se unta delicadamente azúcar en grano, lo justo para aportar textura y un punto ligeramente edulcorado, pero sin abrumar. Reyes para desayuno, merienda o sobremesa, estos roscos tienen madera y recorrido para aumentar su leyenda y su vitrina de premios. De momento, que entren en la despensa

