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Pazo de Barrantes: la nueva era del albariño

Pazo de Barrantes revoluciona las elaboraciones tradicionales de la reina de las uvas gallegas con un giro hacia vinos de larga guarda. Para ir a por el oro.
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En el Pazo de Barrantes bien podrían recibir al visitante con un colorido cartel al estilo de los grandes espectáculos de principios del siglo XX: “¡El albariño como nunca lo han visto!”. Esta bodega, con unos orígenes que se remontan a 1511, acaba de dar un giro a sus vinos de la DO Rías Baixas que supone un cambio de 180 grados.

 

Lo hace con la seguridad y la solvencia de aquellos que conocen el terreno que pisan —cinco siglos son muchos siglos­­— y con una voluntad de cambio, mejora y evolución inédita hasta ahora en el valle del Salnés (Pontevedra), corazón del albariño gallego.

 

Allí se asienta esta bodega que cuenta con 12 hectáreas de viñedo propio y en la que se llevan elaborando vinos desde 1989, año en el que Vicente Cebrián-Sagarriga, X conde de Creixell y padre de los actuales propietarios, elaboró la primera referencia con etiqueta de Pazo Barrantes.

I + D ENOLÓGICO

 

El cambio se puede resumir de manera sencilla, pese a su enorme importancia para la uva y para la DO. “Para entender la decisión que hemos tomado, hay que tener en cuenta que hemos pasado de producir 250.000 botellas de nuestro albariño a tan solo 95.097 del nuevo Gran Vino Pazo Barrantes 2019”, explica la directora técnica de la bodega, María Vargas.

 

“Es algo que teníamos claro, pero que habíamos ido retrasando año tras año. Quizá no le estábamos dando a nuestro albariño el tiempo que necesitaba. Creíamos que había mimbres para hacer algo más serio, que se identificara más con nuestra filosofía”.

 

Y lo que han hecho es fruto de una reflexión sobre el gran alcance que tiene este vino y que, a su juicio, no estaban aprovechando. “Es el resultado de 10 años de investigación y de análisis, hasta que nos hemos tirado a la piscina”, concluye.

 

EL TERRUÑO MANDA

 

Pero, como bien señala Vargas, este cambio no habría sido posible sin una uva con un potencial espectacular y recogida en perfectas condiciones: “El valle del Salnés cuenta con un clima atlántico, con temperaturas suaves en invierno, sin grandes heladas y sin nieve.

 

Por otro lado, disfrutamos de veranos moderados, pero esto no quiere decir que no tengamos horas de sol. Nos situamos a 500 metros, y aquí nos encontramos con salinidad, yodo, un suelo granítico… El resultado final es una variedad que, en mi opinión, es una de las mejores a nivel internacional. ¡Cómo no vamos a ser capaces de aprovecharla para conseguir un vino con un alma difícil de olvidar!”.

 

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UNA NUEVA VIDA

 

Una lectura atenta de la ficha técnica del Gran Vino Pazo Barrantes 2019 da muchas pistas sobre qué ha cambiado. Junto a la habitual vendimia manual en la bodega y una exhaustiva selección de la uva, nos encontramos con que la fermentación se produce a 10 grados centígrados –mucho más baja de lo habitual– en depósitos de acero inoxidable, durante aproximadamente 60 días: “Es la temperatura límite en el que las levaduras permanecen vivas o no.

 

En ese momento nos agarramos fuerte a la potencia aromática del albariño”, resume Vargas. Llega después un periodo de permanencia de otros dos meses con lías finas, para buscar profundidad. Es la antesala de otro movimiento poco habitual a la hora de trabajar con el albariño, un paso por barrica de madera de acacia. “Hemos pasado años estudiando la barrica, porque el albariño tiene mucha personalidad y, habitualmente, choca con la madera y el tostado”, explica.

 

“Para evitar esa confrontación, metemos el vino en sus primeros estadios, de modo que asume esa madera, que además es acacia domada con agua, con lo que no se va a producir una lucha entre ambos. Por el contrario, lo que conseguimos es que el vino tenga una boca mucho más sedosa y redonda, y lo vamos a dotar de una estructura que lo alargue”. Los 16 meses posteriores en botella, antes de salir al mercado, ayudan “a reconocer y ordenar todo”, sentencia Vargas.

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UN ALBARIÑO GASTRONÓMICO

 

El resultado es que el Gran Vino Pazo Barrantes 2019 se aparta radicalmente del concepto de albariño “para beber en el año”, que muchas veces ha perseguido a esta uva o de las estridencias en forma de aromas cítricos con la que algunos productores han querido seguir todo tipo de modas.

 

“Hay una gran búsqueda de vinos blancos con los que comer, así que en la bodega sentimos que había muchos que esperaban que diéramos este paso”, cuenta la directora técnica de Pazo de Barrantes. Explica que este nuevo vino “no deja de evolucionar tras ser servido, lo que resulta muy atrayente. Aparecen matices dulces junto a la acidez. Lo bonito es que mueves la copa y regresa esa frescura de nuevo. No deja de sorprenderte”.

 

Vargas anima a maridar con él todo tipo de pescados, pero también platos con carne y con cierto componente gelatinoso, abriendo un nuevo abanico de armonías. Califica como “entrañables” las primeras reacciones de clientes y aficionados. “Esperábamos mucho, pero hemos recibido más de lo que pensábamos”.

 

YOU'LL NEVER WALK ALONE

 

Pero el Gran Vino Pazo Barrantes 2019 no camina solo en esta nueva línea de albariños destinados a perdurar. El otro vino de la bodega, La Comtesse, sigue la misma filosofía, pero con mimbres ligeramente diferentes. “Este es un gran vino de guarda elaborado a partir de la albariño, con un enorme desarrollo en botella, una acidez alta y pujante…”.

 

Pasa 12 meses en tino de madera de roble francés de 3.000 litros, pero aquí tampoco es protagonista. “La Comtesse es un vino que, por sus características y su peso, yo no tomaría nunca con platos de marisco, los que habitualmente se asocian a la albariño. Tiene toques a madera, notas sutiles de membrillo, eucalipto… acepta incluso platos de ave”.

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LA GRAN FAMILIA

 

La satisfacción de María Vargas con el trabajo bien hecho en Pazo de Barrantes sintoniza con la línea de todo el grupo Marqués de Murrieta, que acaba de conseguir para su rioja Castillo Ygay Gran Reserva 2010 el premio a mejor vino del mundo, según la revista y web especializada Wine Spectator.

 

“Tenemos el deber moral de lograr que los vinos que hacemos estén a la altura de las posibilidades de la uva, y eso es lo que hemos intentado hacer en Pazo Barrantes. Vemos a nuestra albariño con el potencial de un deportista de elite, en el sentido de que tienes los mimbres para lograr que se convierta en algo grande, pero tienes que trabajar mucho con él. Y eso es lo que creo que hemos logrado”.

 

La palabra mágica, en su opinión, es “equilibrio” para conseguir el favor del consumidor. “Tenemos claro que si un vino no está equilibrado, no estaremos consiguiendo dar al consumidor aquello que busca”.

 

Vargas augura un futuro brillante para el albariño a nivel mundial: “Hay muchas zonas con magníficos vinos blancos en el mundo, y creo que Rías Baixas tiene que estar entre ellas. Pero para lograrlo tenemos que hacer vinos que cumplan con los requisitos de ser únicos y personales. Para mí, es absolutamente inconcebible que el futuro del albariño no pase por lograr botellas inolvidables”.

 

Toda una revolución para esta uva y los vinos blancos en general, que apuesta por el futuro basándose en la excelencia.

 

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