Raclette Moléson: para derretirse del gusto

La liturgia de degustar un queso raclette implica un viaje a la Edad Media, cuando los pastores de montaña del cantón suizo de Valais descansaban junto a sus rebaños. En el zurrón llevaban media rueda de queso que asaban a fuego vivo y después rascaban el fundido sobre un trozo de pan, patata asada o carne seca. Podría decirse que así empezó la tradición del queso suizo raclette Moléson Signature, que llega a Club del Gourmet. Un queso intenso y de matices rústicos, elaborado para derretir sobre tostadas, asar en raclette colectiva o degustar como aperitivo.
El queso raclette Moléson Signature se elabora de forma tradicional a partir de leche termizada (tratada a 73 grados), procedente de vacas que pastan heno, hierba y flores en prados cercanos. Una gran diversidad botánica alimenticia, que a su vez influye en la intensidad de su sabor. La leche es tratada en cubas de cobre, donde se añaden los fermentos lácticos. Tras cuajar y moldear estas piezas, es el turno de que los quesos duerman durante cuatro meses en las cuevas naturales que Moléson tiene en Orsonnens y que aportan el último matiz tostado y rústico a esta variedad.

“La particularidad de este queso es la maduración, de cuatro meses en bodega natural a una temperatura de entre 10 y 14 grados, y el tratamiento térmico de la leche, que garantiza un nivel de queso desgrasado al 50%”, explica Lucas Pardón, responsable comercial de Fromi en España. Es muy importante, en un queso de poca humedad como este, que esté desgrasado para que, cuando se derrita, no deje mucho aceite. “Eso muestra su alta calidad: igual que un buen jamón ibérico debe tener poca materia grasa difusa en el jamón, en el raclette se debe observar poca grasa separada, que permite la concentración de los sabores”, cuenta Pardón.
UNA ALIANZA EN LA COCINA
Además de la clásica raclette acompañada de verduras o carnes a la brasa, la mejor forma de disfrutar de queso raclette Móleson es sobre una rebanada de pan de centeno o de pan de cristal, fundir en el horno a 180 grados, durante tres o cinco minutos, y añadir jamón ibérico y trufa rallada. Mejor armonizar con una cerveza tostada, una cerveza IPA o un vino blanco seco para no esconder los matices y la fuerza del sabor del Moléson.

