Hospitalidad italiana, marca registrada

Para servir, lo primero es amar”. Palabra de Arrigo Cipriani, heredero de un apellido universal que recibió un bar y dejará un imperio de cuatro generaciones. Hijo del fundador del mítico Harry’s bar de Venecia, Arrigo es una institución de impecable corte italiano. Nació al año de que el antiguo barman del hotel Europa abriera una pequeña stanza sin apenas vistas a la que generosamente bautizó con el nombre de un cliente especial, Harry Pickering.
En 1931, Cipriani padre (Giuseppe) inauguró, sin saberlo, el bar más famoso del mundo. Un monumento nacional, literalmente, en el que cualquiera se sentía un rey. Chaquetillas impolutas, sonrisas perennes, coreografía invisible… En Harry’s rige el servicio, la calidad y, en boca del propio Arrigo, “la sencillez y la libertad sin imposiciones” que sedujo a Ernest Hemingway o Maria Callas. Allí se inventaron el carpaccio y el Bellini en su proporción de un tercio de zumo de melocotón y dos de prosecco, cóctel evanescente de resonancias mediterráneas y artísticas. “Soy ya muy mayor, pero joven por dentro”, cuenta el todavía propietario. “Creo recordar que mi último Bellini fue... hoy en el almuerzo”, bromea.
DE LA BARRA A LA MESA
Y Cipriani llegó a cada rincón. Del Harry’s bar de Nueva York a los restaurantes y hoteles Cipriani de Moscú, Montecarlo o Dubái. “Mi ciudad favorita para un nuevo Cipriani sería Madrid”, reconoce. Todo ello sin dejar de lado la vocación artesana de sus pastas, elaboradas con los mejores huevos y harina italianos.
Tagliolini, pappardelle y tagliarelle son los tres pilares de esta forma icónica de consumir pasta, caracterizada por su delgadez y elasticidad, donde encontramos el genio de Arrigo: una máquina laminadora diseñada por él para lograr esa nura. A partir de ahí, el éxito está asegurado de forma sencillísima: abundante agua hirviendo, una pizca de sal, escurrir y servir.
Ideas no faltan incluso en la propia casa, como la icónica salsa sansovina, elaborada por los Cipriani con tomate 100% italiano y con albahaca fresca, cocinada a fuego lento durante horas y que es la compañía perfecta para sentar a la Bella Italia a la mesa. Ahora solo queda elegir un tipo de pasta y alzar una copa de prosecco (o un Bellini) a la salud de Don Arrigo Cipriani.

